MEMORIAS
Tres recuerdos a modo de saludo y memoria para la profesora que me enseñó a tomar los libros con ambas manos.
Por: Pasajero Perdido
El colegio Naciones Unidas que tantas veces vio a generaciones culminar su educación, hace por lo menos 18 años recibió dentro de su plana de docentes a Nerida Caceres Enrique. Ella estudió Derecho en la Universidad Nacional Federico Villarreal (UNFV), lo comentó cuando me felicitó por ingresar a la misma casa de estudios. El encuentro repentino se dio en una marcha motivada por reclamos de los docentes de todo el Perú en 2017 (la educación fue la profesión que ejerció). Fue uno de esos momentos en que uno se siente orgulloso por el logro alcanzado “ingresar a la universidad”. Preguntó por mis compañeros de primaria de la promoción 2009 (no recuerdo el nombre que le asignamos), pero de seguro tendría siglas. Le dije que todos estamos “bien”, la mayoría con trabajo o estudiando. La acompañe en esa marcha junto a otros profesores de mi excolegio. Fue la última vez en vida que conversamos. Falleció en noviembre del siguiente año.
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(Despedida con mensajes de sus estudiantes en el velorio. Noviembre, 2018.) |
Ser uno de los “mejores” alumnos de primaria (incluso secundaria) no te garantiza un futuro prometedor. Ya sea porque el sistema educativo, muchas veces, considera solo como “mejor” a aquellos estudiantes que destaquen en cursos de Comunicación o Matemática. O porque el límite de esas materias aparenten un nivel bajo, creyendo que el alumno “destaca”, cuando la realidad lo golpeará con más números y más letras. La profesora otorgaba confianza y un poder absoluto a sus “estudiantes destacados” prestándoles su sello de “carita de rey o reina”. El préstamo fue para fiscalizar el cumplimiento de las tareas de los demás compañeros. Arturo, mi amigo entonces fortachón, quiso doble sello de rey como el que puse en mi cuaderno. No le hice caso, aunque le puse un sello más, pero de reina. Profesora, gracias por la confianza.
Un salón de escuela pública, durante los primeros días de clase después de las vacaciones de verano, es un alboroto. Que los viajes, que la playa, que el cine, que la bicicleta… toda una cháchara. La miss Nerida, llamada así por algunos (siempre preferí “profe”), ponía orden con delicadeza al principio. Ella muy amable y tranquilamente nos silenciaba para que la clase prestara atención. Alguna vez, extrañamente perdí el privilegio de estudiante “destacado” e intocable, no por descuidar mis notas, sino por lo inquieto y bullicioso. Un jalón hacia arriba de la patilla me enmudeció. Mis ojos húmedos y mis emociones resentidas. Tontamente creía que era “mala”. Pensé que ya no era su segundo alumno “favorito”; sí, siempre fui el segundo hasta quinto de primaria, luego tercero en sexto. Hoy no llego ni a la mitad de 120 universitarios (sin incluir otras universidades estatales o particulares, ni institutos). Claro en términos meritocráticos. Quizá hace falta que jalen mis patillas otra vez.
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